Monday, March 22, 2010

Sur

El vehículo es una vagoneta, los compañeros de viaje unos rusos escandalosos y un flemático polaco, el guía es mejor que el palurdo de ayer, la carretera es de dos carriles, uno de ida y el otro de venida, sinuosa, peligrosa, en medio de la selva y está en mal estado. Inexorablemente me siento más relajado cuando observo un letrero espectacular, nuevo, de la SCT que dice textualmente: “Después de un accidente ya nada es igual”. ¡Vaya! El estado del camino es peligroso y potencialmente fatal, pero la SCT erige advertencias en vez de mejorar los caminos.
Agréguese a lo anterior el estilo de manejo de los locales que es desenfrenado, temerario e irresponsable, para ellos la raya blanca continua no pasa de ser un mero elemento decorativo, rebasan en curva, en bajada, en subida, esquivando árboles caídos y ganado suelto, y rebotando en los más de 350 topes de este tramo vial.
Durante todo el camino imagino, recurrentemente, cómo será nuestro inminente accidente, cómo habrán sido la mayoría de los accidentes aquí y cual debe ser el conteo de víctimas.
No dejamos de pasar pequeñas comunidades indígenas, cada cual más miserable que la anterior y todas con sus respectivos anuncios gigantes, esta vez no de la SCT sino de la SEDESOL, exaltando desmedidamente las obras realizadas. No me extrañaría que en la mayoría de los casos el costo por publicidad superará al del trabajo hecho. Doy un ejemplo: Hacer llegar el agua potable a 33 personas en una pequeña población merece un super anuncio de, calculo yo, 16 metros cuadrados, a colores, de buen material. En la inscripción se leen los nombres de varios politicastros y sus firmas, ya se imaginan cuales, los logotipos de la oficinas que rigen, y el típico y mentecato eslogan de siempre que no me preocupé en aprender pero reza casi siempre algo como “Hemos cumplido” o “Seguimos avanzando”. Esos mismos aprovechadores públicos deberían hablarles de “cumplimientos y avances” al niño mocoso, mugroso, hambriento y sin calzones que al lado de la carretera pide un peso.
El interés del poder central es hacer sentir a las personas del área parte de México, hacerles saber que no están olvidadas y de que el desarrollo las alcanza, ¿Qué diferencia hay entre un pobre de México y otro de Guatemala? Nada. Sólo parte de su educación coercitiva, la parte que habla de patriotismo y valores nacionales que, desde luego, son suyos. Remítase al caso de los ciudadanos mexicanos y el petroleo que es para el provecho de todo ellos.
Me sigo con otra secretaría, la SEDENA. La presencia militar en el área es abrumadora, retenes, zonas de adiestramiento, barracas, terrenos propiedad de la SEDENA a los cuales el paso está prohibido según sendos señalamientos en Español y Tzotzil. No es un secreto que las zonas más pobres son las que aportan una cuota mayor de reclutados a las fuerzas armadas, muchas veces esa es su única opción, socialmente aceptada, para no vivir en la sórdida escasez de lo más básico.
“Muera el capitalismo, viva el Zapatismo” se lee en un grafitti en la entrada principal de la Escuela Secundaria Federal “Benito Juárez”.

Pero la pobreza es fuente de turismo y a veces un espectáculo.
Lo es la manera en que te insisten los vendedores indígenas (las feminazis deben recordar que “vendedores” es un plural genérico que incluye a personas de ambos sexos).
Lo es el lanchero con una cachucha de las chivas que con un semblante triste transporta “elementos turísticos” a visitar ruinas mayas.
Lo son las Marías lavando la ropa y bañándose en el río simultáneamente.
Lo es que las distintas organizaciones y cooperativas frenen el incipiente desarrollo de la región con tal de no verse impactados de forma negativa en sus negocios. Como por ejemplo oponerse a la construcción de carreteras nuevas y a la inserción de servicios de transporte marítimo y terrestre de mejor calidad que la que ellos monopolizan.

Comida barata, zonas arqueológicas esplendorosas, comunidades rebeldes y bellezas naturales son los atractivos de esta parte de México que tiene mucho más en común con Guatemala, Honduras y El Salvador. En este lugar del territorio mexicano los celulares del mismo país no funcionan, es necesario efectuar una llamada internacional marcando como si se estuviera en Guatemala.

A la, distinta de su entorno, ciudad colonial de la que partimos llegan a diario sinfín de turistas europeos y de países de habla inglesa, blancos, altos y con ropa de marca (curiosamente el turismo latinoamericano no es frecuente), si te los encuentras de frente en la calle son incapaces de mirarte directo a los ojos. Vienen muchas veces a hacer turismo revolucionario. Se ven involucradísimos por algunos días en la problemática local, en la gente, su cultura, sus carencias y hasta comen pistaches con ajo y chile. Días después vuelven al confort de sus hogares, sus reproductores de Blu-Ray, sus carros de lujo, su seguridad social, sus clubes de tenis, et cetera. Y aunque no lo digan, ejercen el viejo adagio capitalista “Si se quedaron atrás...que se jodan”.

Recuerdo particularmente bien el relato inscrito en las paredes de la fuente mudéjar de un poblado que fue feroz y que visité: Ante la invasión española, los naturales de dicho poblado prefirieron arrojar a sus esposas e hijos al río antes de subyugarse.

Gabriel Zermeño
Febrero 2010
Palenque, Chiapas.

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